domingo, 22 de junio de 2008

Una canción de cuna para dormir

Empieza una nueva etapa. Las que se van dejando atrás se contemplan como un tiempo pasado que, como dice la canción, siempre fue mejor. Pero además de aquellas en las que hay una fecha que fija como una losa el fin de una época y el comienzo de un tiempo nuevo, existe también una sucesión de días que se contemplan como el principio de un fin, como una fila telaraña que se hila durante meses y que termina por romperse en un determinado momento, y entonces es cuando aparece la certeza de que se ha acabado una etapa en la vida.

El paso de la infancia a la adolescencia, hace unos años, tenía como característica lógica en los pueblos de provincia la marcha obligada al instituto de la capital en transporte público. Más tarde sería la universidad, a la que se acude, siempre que es posible, en automóvil de propiedad privada. Pero son cambios marcados por obligaciones, por etapas que se suceden con una continuidad reglada por la siempre temida y anquilosada burocracia. Incluso aquella vez que cerré la puerta de una casa lisboeta sabiendo que nunca más volvería a abrir, no fue por decisión propia, sino porque se acabó el curso académico y tenía que continuar formándome para hacerme un hombre (de provecho).

A sólo dos exámenes de acabar la segunda licenciatura, en estos momentos, tres días antes de ir a la universidad getafense (esperemos) por última vez, veo el final de mi vida universitaria como aquel momento en el que dejaré de tener excusas para pedir dinero a mis padres, a la par que la búsqueda de un empleo digno (y lo más estable posible). ¿Qué me espera la nueva etapa? ¿Mendigar periódico por periódico por una oportunidad? ¿Suplicar en las radios intentando esconder mi acento extremeño que puedo comentar los partidos de fútbol de los domingos? ¿Enviar a cada revista cultural mi currículum en el que figurará una amplia presencia en la Universidad de Extremadura pero apenas en los medios de referencia?

Sí, lo reconozco. El pesimismo endogámico es un rasgo aparejado a mi personalidad desde que tenía uso de razón. Tan sólo en los aspectos baremados por las instituciones sé las posibilidades reales que tengo a la hora de afrentar las etapas que se me van sucediendo. El control sobre ellas tan sólo lo determina una buena actuación en una vida universitaria, pero a partir de ahora va a ser diferente. Las oportunidades son únicas. Como decían Bisbal y Chenoa, el tren pasa una vez, por ti no volverá, de modo que el día uno sé que empieza una oportunidad concatenada en el conglomerado de medios más importante de Ejpaña.

Mientras llega ese fatídico día en que no sé ni qué ropa ponerme, ni cómo tratar a mis antiguos profesores, ni siquiera si algún día saldré en antena, la primera parte de la canción acaba en estos momentos. No sé si ha sido de cuna o si le servirá a alguien para dormir.